En los últimos diez años, el cambio climático en Argentina ha sido muy significativo, con un aumento en la frecuencia e intensidad de tormentas, olas de calor e inundaciones graves. La comunidad científica atribuye estas alteraciones al calentamiento global, provocado por el incremento de gases de efecto invernadero y la deforestación acelerada en diversas regiones del país.
Las provincias del Litoral y el centro de Argentina han sido las más afectadas por tormentas severas, con granizo de gran tamaño, vientos huracanados e inundaciones repentinas. En la Patagonia, los inviernos han mostrado patrones erráticos, alternando entre nevadas intensas y períodos de temperaturas anormalmente cálidas, afectando la fauna y la actividad económica local.
Uno de los fenómenos más preocupantes ha sido la intensificación de las olas de calor en verano, que han alcanzado temperaturas récord en Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, generando crisis energéticas y problemas de salud pública. Estas temperaturas extremas han favorecido la propagación de incendios forestales, destruyendo miles de hectáreas de bosques en provincias como Chubut y Corrientes.
Los especialistas advierten que la alteración del régimen de lluvias ha provocado sequías prolongadas en la región pampeana, afectando la producción agrícola y ganadera, con impactos económicos severos. La falta de agua ha generado conflictos por el acceso a recursos hídricos, mientras que en otras zonas las precipitaciones extremas han dejado comunidades enteras bajo el agua.
Ante este panorama, la población ha manifestado una creciente preocupación por el aumento de catástrofes naturales y sus efectos en la vida cotidiana. El cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino una realidad que transforma el día a día de los argentinos.
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