Malvinas: el legado de un reconocimiento social tardío

El 2 de abril es un día histórico en nuestro país por razones contradictorias. Por un lado, sería el inicio de una de las guerras más injustas y simbólicas de nuestro territorio. Por el otro, sería el punto de quiebre de una dictadura en debacle: la tensión política, social, económica y cultural ya no pasaban inadvertidas.

El régimen de facto encabezado por Leopoldo Galtieri, caracterizado por la crisis económica y la violación reiterada de los derechos humanos gozaba de poca popularidad.

En medio de este agitado panorama, la Guerra por Malvinas, (territorio por el que los argentinos estábamos en pugna con los británicos desde 1833), que pretendía ser la solución al descontento social, terminó siendo lo contrario. Los nombres de los dictadores propulsores del conflicto quedaron en la infamia de nuestra historia para siempre.

Sin embargo, en esos años, algo parecido ocurrió con los excombatientes, quienes, tras su regreso al país, terminaron siendo invisibilizados por una sociedad que los vitoreó cuando partieron rumbo a Malvinas. Vistos cómo los verdaderos culpables del fracaso de una guerra no iniciada, ni propulsada por ellos.

El Estado y gran parte de la sociedad argentina darían comienzo a un proceso de aislamiento social de los excombatientes. Tendría terribles consecuencias en su reinserción en la sociedad, especialmente, si hablamos de su reinserción laboral, una de las cuestiones más importantes para la supervivencia.

Este proceso sería conocido posteriormente como “desmalvinización”. La sociedad quería borrar los recuerdos de una guerra que simbolizaba el fin de un autoritarismo despiadado. Lamentablemente, eso incluía a los excombatientes, que fueron maltratados y despojados de cualquier honor. Dichas humillaciones, sumadas a las cicatrices de la guerra, los marcarían para siempre.

La reinserción social y laboral de los excombatientes de Malvinas

En su tesis, la licenciada en Relaciones Laborales, María Soledad González, realizó una investigación centrada en la reinserción laboral de los excombatientes. Retomando un panorama poco explorado, mediante una serie de crudas entrevistas hechas a excombatientes, reveló los detalles más íntimos del conflicto, narrados de la mano de sus protagonistas.

“Les fue muy complicado encontrar trabajo. Iban de entrevista en entrevista y era inviable. Los trataron de locos”, revela González. “Por ejemplo, había uno que era piloto. Había ido a una entrevista de trabajo en Aerolíneas Argentinas y les contó su trayectoria y horas de vuelo. Cuando le consultaron les dijo que era ex combatientes de Malvinas y le preguntaron si estaba estable psicológicamente, si tenía algún problema mental. Como tratándolo de desquiciado”.

A la problemática de buscar trabajo se le sumaba la de reinsertarse en una sociedad que buscaba eliminar todo recuerdo de la dictadura. Y no había mayor representativo de esto que el fracaso en recuperar las islas. La desmalvinización gobernaba las calles: no se mencionaba el tema en los medios y la gente se abstenía de hablarlo.

“Hubo un momento en que en el documento decía que eras excombatiente, pero ellos no lo querían mostrar, no querían decirlo. Lo tenían que ocultar para poder vivir. Hasta los hicieron avergonzarse por defender la patria y esto siguió por años”

Para la licenciada, en ese momento no hubo acompañamiento social y psicológico ni reconocimiento por parte de la sociedad a los excombatientes en la posguerra. El verdadero reconocimiento a nivel salarial y jubilatorio llegaría casi veinte años después. El estado sería quien se encargaría de tomarlos en el mercado de trabajo, puesto que el sector privado “brilló por su ausencia”. Sin embargo, en el transcurso de esos años, mas de 350 exsoldados cometieron suicidio, en parte “por no tener la contención social y psicológica que deberían haber tenido”.

Relatos de vivencias impronunciables y sus consecuencias

Enterramientos en fosas, estaqueamiento, hambre y golpizas fueron solo algunas de las torturas que los reclutas sufrieron de la mano de sus superiores. Esto, sumado a los traumas de vivir una guerra en completa desigualdad.

“Eran pibes que tuvieron que hacer de adultos en una guerra totalmente dispar, con experiencias espantosas. Y volvieron acá y fue como volver a vivir en un contexto completamente distinto al que habían dejado. Me contaron que los dejaban en el frío, hundidos en charcos de aguas, durante horas. Fueron testimonios muy fuertes”, comparte.

Los terribles acontecimientos vividos de primera mano por estos jóvenes dejaron a varios con múltiples secuelas físicas y psicológicas. Sin embargo, todos tuvieron heridas internas. Uno de los entrevistados le confesó que, si estaba por la calle y pasaba un avión, frenaba el auto y se tiraba al piso.

“Ellos querían tener una vida normal. Querían volver, ponerse de novios y salir con los amigos. Pero andar de noche y escuchar sirenas, todo los alteraba por demás. Necesitaban abrir y cerrar los ojos y decir, sigo mi vida. Sabiendo que fui excombatiente, pero con una vida normal. Y es lo que nosotros, la sociedad argentina, no les dimos”

Sin embargo, pese a la hostilidad general de una sociedad que había sufrido el Proceso de Reorganización Nacional, el deseo por vivir, el amor por la patria y la lucha por la verdad nunca desaparecieron. González comenta que, todos los combatientes que entrevisto poseían cosas de Malvinas, ya sea cuadros, banderas, tatuajes, etc.

“Todos tienen esa conexión, sentimiento de pertenencia con Malvinas que uno lo puede llegar a entender, pero no lo siente tan adentro como ellos”, manifiesta y continua “Yo fui a la marcha del 24 de marzo y ahí había excombatientes. Que todavía sigan con ese compromiso, después de como los recibieron y cómo los trataron posguerra… A pesar de todo, el sentimiento sigue intacto”.

 

Escrito por Paula Belloni
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