La pandemia del coronavirus se sumó al listado de enfermedades letales que puso en alerta al mundo entero. Sin embargo, no sólo vino a despertar el miedo y acelerar procesos científicos para encontrar una cura posible, sino que también generó nuevos hábitos de conducta. La vida sigue, las formas de comunicación avanzan, pero algunos comportamientos no cambian. No es la primera vez que la Argentina y el mundo se enfrentan a un problema así, las pandemias han sido algo recurrente a lo largo de la historia.
El covid-19 tiene antecedentes que, si bien no se asemejan en tipicidad de virus, presenta semejanzas con formas de transmisión en comparación con otras epidemias que tuvieron lugar en nuestro país. Nos referimos a la “peste amarilla” de 1871, la “gripe española” de 1918, el brote de poliomielitis de 1956 y la pandemia de gripe A (H1N1) de 2009.
Fiebre amarilla de 1871
En el barrio de San Telmo, hacia 1871, la aglomeración urbana padecía las malas condiciones sanitarias producto del hacinamiento y precariedad de la higiene. De esta forma, se produjo un brote de fiebre amarilla que redujo la población de la zona en un 7% por su rápido contagio y letalidad.
Para ese entonces, durante el gobierno de Sarmiento, la ciudad de Buenos Aires atravesaba un proceso de modernización con el que pretendía ser reconocida como “la perla del Plata” o “la gran aldea” con semejanzas arquitectónicas a la ciudad de París, Francia. Por lo tanto, las condiciones de vida eran un tema de gran preocupación para hacer brillar a Buenos Aires a los ojos extranjeros.
Por primera vez, se estableció una relación entre la salud y la educación para promover comportamientos de higiene que se plasmaron en normas educativas. En 1884 se sancionó la ley 1420, que en su artículo 2º indicaba que “la instrucción primaria debe ser dada (…) conforme a los preceptos de la higiene”.
Además, en su artículo 13º, explicaba que para “toda construcción de edificios escolares y de su mobiliario y útiles de enseñanza deben consultarse las prescripciones de la higiene. Es además obligatorio para las escuelas la inspección médica é higiénica y la vacunación y revacunación de los niños en períodos determinados”.
Antes de estas medidas, no había conciencia clara acerca de las condiciones necesarias de un establecimiento educativo tales como la cercanía de los baños, la ventilación de ambientes y la luminosidad de los espacios. Tampoco se analizaba, hasta ese momento, la peligrosidad de los lugares cerrados y la concentración de la humedad.
El rol del médico fue fundamental para guiar la política del Estado y volver a la medicina un factor elemental del progreso que pretendía la gobernación para asemejarse a las naciones europeas. Ya no se trataba de curar enfermos de manera individual, sino de generar conciencia social por medio del conocimiento científico.
Gripe española de 1918
Tras la primera guerra mundial, la idea de progreso y orden social quedó desmitificada producto de las tragedias consecuentes. Una de ellas: la nueva gripe, la “española”. En mayo de 1918 se produjeron los primeros casos de contagios a la población adulta joven de Europa que fueron noticia en Argentina. A nuestro país, el brote llegó en octubre y hubo dos oleadas: la primera a fines de 1918 en la región central y litoral, y en el invierno de 1919 en todo el país. pandemias argentina
En este momento, el inconsciente colectivo tendía a creer en la ciencia como el promotor de la prolongación de la vida humana, ya que el avance parecía ser inevitable. Sin embargo, esas ideas se derrumbaron luego de ambas guerras mundiales. pandemias argentina
La gripe española provocó síntomas semejantes a los del actual coronavirus. Se trató de una “fiebre”, que generaba dolores musculares y cambiantes, de manera tal que no se discernía con exactitud qué era lo que producía. El contagio se volvió masivo y las medidas decretadas tenían que ver con la limitación de la circulación, la inactividad escolar y cultural y cese de determinados trabajos. pandemias argentina
Los discursos gubernamentales culpabilizaron a los inmigrantes y las clases bajas del país por las condiciones de hacinamiento y poca higiene de algunos lugares. Sin embargo, dejaron al descubierto muchas deficiencias políticas y situaciones de pobreza. Para evitar la propagación, se ordenó la limpieza del Riachuelo y el control de los inmigrantes europeos. Quienes llegaron al país con algún síntoma, fueron enviados a la Isla Martín García, en La Boca para evitar la propagación del virus. pandemias argentina
Además, los mensajes oficiales exigían cambiar hábitos culturales tan básicos como los saludos con contacto físico, demostración de afecto y compartir el mate, las cuales, también, se manifestaban en muchas escuelas. Debido a las suspensiones de clases y para evitar que los menores se atrasen con los contenidos, se suspendieron los exámenes finales obligatorios y empezó a regir el sistema de promedio que se mantiene en la actualidad.
La poliomielitis de 1956
Durante los mandatos peronistas se implementaron mejoras en el sistema sanitario. Además, una fuerte inversión en atención médica infantil implementando su logro más reconocido: la vacunación gratuita y obligatoria. Sin embargo, cuando se produjo el golpe de estado, el país se vio inmerso en una epidemia que afectaba a los menores de edad. El gobierno culpabilizó al peronismo. pandemias argentina
Los brotes comenzaron a darse mundialmente y en Argentina se llegó a un pico de contagios de más de 6 mil casos totales. La forma de contagio era igual a las anteriores y al coronavirus: por contacto estrecho. El poliovirus ingresaba al sistema nervioso y podía generar parálisis y, si llegaba a los músculos respiratorios, causaba la muerte. Los más afectados eran chicos y chicas de cinco años.
Las medidas adoptadas incluían aislar a los niños y niñas en sus casas. Por este motivo, se suspendieron las clases, se promovió la limpieza de pisos y veredas con lavandina. Además se pedía evitar los estancamientos de agua e ingerir alimentos cocidos y leche hervida.
La vacuna inyectable Salk llegó a nuestro país ese mismo año, 1956, tras casi tres años de pruebas en la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos. Se promulgó la ley de Vacunación Obligatoria (N° 15.010) que estableció la gratuidad y obligatoriedad para todos los chicos y chicas de hasta 14 años y mujeres embarazadas a partir de los últimos seis meses de gestación. En 1963, se comenzó a aplicar la vacuna oral Sabin, la cual se podía introducir en alimentos o bebidas.
La gripe A de 2009
El virus gripal A (H1N1) o también llamado “gripe porcina” protagonizó la primera pandemia del siglo XXI. Comenzó en América del Norte y dejó un saldo de 626 muertes en Argentina. En mayo llegó a nuestro país y ante los primeros casos relevados en escuelas, se decidió adelantar las vacaciones de invierno y establecer días de aislamiento.
El contagio era de persona a persona. Como todas las gripes de nuestra historia: la explosión de partículas al hablar, toser o estornudar generaron la circulación del virus. De manera tal que las recomendaciones eran: cubrirse la boca y la nariz al toser o estornudar, lavarse las manos constantemente, limpiar las superficies con frecuencia y aislarse ante la detección de un síntoma de gripe como fiebre, dolores de cabeza, musculares, vómitos y diarreas.
Las medidas adoptadas implicaron controles en fronteras y aeropuertos, otorgamiento de licencias extraordinarias a embarazadas y personas de riesgo. La suspensión de clases presenciales implicó el trabajo acelerado y remoto del personal docente, ya que algunas instituciones enviaron con antelación los materiales de tareas y otras utilizaban los correos de mail.
La cura llegó por medio de una vacuna fabricada a partir de virus de la influenza ya utilizado para ensayos de vacunas anteriores. En 2010, la OMS declaró el fin de la pandemia.
Coronavirus: 2020-2021
En diciembre del 2019, se produjeron brotes de un virus totalmente desconocido en la ciudad de Wuhan, China. Rápidamente comenzó a expandirse a nivel mundial. Poco tiempo después la OMS declaró el inicio de una nueva enfermedad pandémica.
Hasta el día de la fecha, los síntomas no son del todo claros porque provocan diversas manifestaciones y secuelas que generaban las pandemias anteriores. Los más frecuentes son dolores de cabeza, fiebre alta y repentina, dolor de garganta, dificultad para respirar, pérdida de gusto o de olfato y erupciones o cambios de color en la piel.
¿Cómo se contagia? Como todas las enfermedades que tratamos en la nota: por contacto estrecho. Esto produjo la incorporación del barbijo, el alcohol en gel y la desinfección de ambientes, superficies y objetos. Nuevamente, volvimos a vivenciar el aislamiento social, la suspensión de clases y de empleos no esenciales, actividades deportivas y culturales y el otorgamiento de licencias a grupos de riesgo.
La vacuna -afortunadamente- ya se está aplicando en nuestro país. Se trata de la Sputnik V, del laboratorio Gamaleya de Rusia. Sin embargo, no es la única que se comercializa a nivel mundial, ya que también está la de Pfizer, AstraZeneca, Sinopharm y Jansen.
Mientras esperamos que el personal de salud se termine de vacunar con la primera dosis de la vacuna Sputnik y que lleguen más, las conductas sociales ya no son las mismas que antes de la llegada del COVID-19. Sin embargo, el distanciamiento, el barbijo -o formas caseras de tapar las boca y vías nasales-, como así también la suspensión de diversas actividades no son nuevas.
Si bien todo cambio repentino genera rechazo, al fin y al cabo, las pandemias, comportamientos de prevención y medidas no son novedad. La única novedad es que hoy contamos con nuevas formas de comunicación, pero con virus más letales.
Escrito por Luciana Prachas
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