Gabrielle Chanel nació el 19 de agosto de 1883 en Saumur, Francia, en el auge de la Belle Époque. Eran tiempos en donde reinaba la elegancia, sofisticación y “el buen gusto”, pero cabía poco espacio para la comodidad en el armario femenino. Fue entonces cuando una joven Chanel decidió ponerse, literalmente, los pantalones para liberar a las mujeres de los incómodos corsets. Vale aclarar que no fue la única en hacer eso, sino que hubo otros impulsores previos a ella. Coco Chanel
Su madre murió cuando ella tenía apenas 11 años, mientras que su padre la dejó en un orfanato de monjas que jamás volvió a visitar. Se hizo sola, desde abajo, aprendió el oficio de ser costurera hasta que consiguió su primer trabajo en un negocio vendiendo ropa interior y cosas para el hogar.
Siendo así, logró escalar y conocer al jet-set parisino e hizo una importante cartera de contactos que le sirvieron para consolidarse. Para 1910, se trasladó a un departamento en París y decidió poner una casa de sombreros, lo que luego devendría en un salón de costura. Entonces así, en la Rue Cambon, comenzaría a escribirse la historia de una de las marcas más consagradas del mundo.
La Coco rupturista
La sociedad de principios del siglo XX tenía códigos de vestimenta bastante pretenciosos como para entenderlos desde una perspectiva contemporánea. Las mujeres debían seguir los rígidos códigos de vestimenta, si es que realmente querían pertenecer a la élite. Al menos 7 eran los cambios de vestuario que debían atravesar durante el día, o sea tenían un conjunto pertinente para cada ocasión.
De mañana, tarde, noche, visitas, etiqueta, baile, para estar en la casa y hasta el camisón estaba predeterminado.
Un gran circo de apariencias del que la reconocida diseñadora quería escapar. Fue así que rompió con todo; irrumpió la escena parisina con pantalones, chaquetas de tweed, sombreros mucho más cómodos de los que usaban aquellas señoras. Su actitud frente a los hombres tampoco pasó desapercibida, se mostraba libre y sin tapujos a la hora de hablar con ellos.
La mujer moderna
Coco iba al frente. Fiel a su estilo propuso practicidad, siluetas fluidas, eliminó el tedioso corset y sumó prendas de sus amantes masculinos a su firma. Fue capaz de combinar la ropa varonil con perlas e hizo uso magistral del color negro, tanto es así que vio el potencial del vestido y ese color para darle un giro trasendental y adueñarse de ello. Por eso, se le atribuye a ella la creación del little black dress (el vestido negro cortito).
La naviera francesa también fue parte de su inspiración, y en 1917, lanzó una colección náutica que causó furor en la clase alta. Deseaba libertad, y esa venía aparejada de cambios profundos en toda la estética establecida pre-primera Guerra Mundial. La rebelde Coco Chanel fue un cambio, una bisagra en la industria de la moda para siempre.
Escrito por Florencia Toranzo
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