MARADONA Y LAFERRERE: LAZO HISTÓRICO

1994: Se disputó en el predio mercantíl de Ezeiza, un amistoso entre Boca y Laferrere que terminó 0 a 0, donde los jugadores del “Villero” se sacaron una foto con el “10” para inmortalizar ese momento.

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Escrito por: Ian Diaz | Publicado: 6 de Diciembre de 2020

LAFERRERE Y MARADONA

 

1994: Diego Maradona viajó a Laferrere a ver un clásico con Almirante Brown, se sacó una foto con
Garrafa Sánchez, se animó a dar la charla técnica en el entretiempo a los jugadores de Lafe y fue protagonista de los
coreos de ambas hinchadas gritando su nombre miles de veces.

El artífice que hizo posible esto fue Rubén Costoya, quien en ese entonces era presidente del club fue el encargado de ir a buscarlo a Diego. Cuando en ese entonces el dirigía a Deportivo Mandiyú y estaban concentrando en un hotel de Capital porque al día siguiente jugaba contra Ferro.

Rubén se dirigió hacía el hotel junto a su hijo, aunque el se quedó esperando en el asiento trasero, mientras su padre fue al hotel a lograr su cometido y así fue. Diego Armando Maradona iba a subirse a su auto y viajar rumbo al Morumbí.

Diego estaba en ese auto viajando a ver Laferrere porque sintió, cuando le dio el doping, que Costoya fue uno de los pocos dirigentes que lo bancó. La mayoría se dio vuelta con Grondona e hizo de cuenta que no lo conocía. Rubén Costoya no.  En pleno viaje Diego le dice a Rubén lo siguiente:

– “¿Y presi? ¿Qué me dice de la propuesta que le hice?”
Costoya: ¿La propuesta? ¿Qué propuesta? Trata de recordar Costoya.
La propuesta de Maradona era ser el Manager Deportivo del club, planteándole la idea de traer a jugadores como Walter Perazzo, Bichi Borghi, entre otros. Y por los técnicos que no se haga problema, que el se iba a arreglar.

Rubén contesto: “ Diego vos sabes que en el club no hay plata para pagarte”. Diego: “¿Pero vos sos boludo, viejo? Mirá si yo voy a querer cobrar. Lo hago de corazón, porque vos te portaste bien conmigo.” “De verdad, presi. Se lo juro por Dalma y Gianinna. Imagínese a Laferrere en primera”.

Costoya hace el esfuerzo pero no puede imaginarse a Boca o River yendo a jugar a Rodney y Magnasco. La guita que habría que poner en cabinas y palcos. Grondona capaz tira un centro, pero después quién la devuelve.
Costoya: “ Vos sabés Diego que es un tema jugar en primera. Hay que poner mucha guita”. – “Pero qué mucha guita. Pibe “– le dice Diego al hijo de Costoya girando en el asiento – “Pibe, a vos te hablo. Imaginate a Lafe yendo a jugar a
La Bombonera. ¿No te gustaría verlo en primera? ¿Qué me decís?”.

El hijo quedó anonadado sin poder responder nada, seguramente porque no podía creer que Diego Armando Maradona le esté hablando, y después de unos segundos le contesta: “Sí, Diego estoy bien. Estaba tratando de imaginarme”. A todo esto, Costoya no había contado que Diego iba a ir a la cancha. Lo sabían pocos. No lo quería quemar. Le salió bien, estaba entrando por entre las casas bajas de Magnasco con Diego arriba del auto. El tema venía ahora. Primero entrar a la cancha y segundo, ¿Dónde meterlo para que vea tranquilo el partido?.

Entonces entraron por atrás. Un pasillo angosto llevaba a los dos vestuarios y a las plateas. De a poco se empezó a correr la bola. “Che parece que vino Diego”, se codeaba la gente en la platea. El rumor fue llegando a la popular local primero, después a la visitante. Diego Maradona estaba en el estadio para ver el clásico entre Laferrere y Almirante Brown.

En el vestuario visitante, el Chulo Rivoira se preparaba para dar la charla técnica cuando uno de sus ayudantes le
confirmó al oído lo que ya todos sabían. “¿Lo trajeron ellos?”, preguntó. “Parece que vino con Costoya”, le contestaron. “¡A ver muchachos!”, empezó de la nada la charla técnica, “estos trajeron a Diego. Van a estar todos
queriendo sacarse fotos. Vamos a arruinarles la fiesta.”

Del otro lado hacían fila para sacarse una foto. Vestidos para salir a jugar, los futbolistas de Laferrere iban pasando frente a la cámara que los enfocaba junto a Diego. Uno de los últimos era un juvenil con la número 11 que había debutado el año anterior. Ya pintaba para crack. – ¿Vos sos el Garrafa, no? – preguntó Diego, ante la incredulidad del juvenil.

Costoya le había hablado de ese volante que la rompía desde las inferiores. Hincha del club, le decían así porque su papá era repartidor de garrafas. Un año antes había jugado su primer partido, también contra Almirante Brown. Esa tarde jugó de lateral por izquierda. En una de las primeras jugadas, le tiraron un pelotazo a la espalda. “No hagas pelotudeces que esto es un clásico”, le habían avisado sus compañeros. El delantero contrario lo vino a apretar. El joven Garrafa le tiró un caño y salió jugando.

– Tira un caño y dedicameló – le dice Diego al joven Garrafa.
– Olvidate Diego, te voy a dedicar un caño y un gol – se agranda el
garrafa.
– Vení Diego que te armamos un palquito – lo llama Costoya.
– Jugá tranquilo, nos vemos después del partido – se despidió Maradona.

Bordearon los vestuarios y Diego se encontró con una escalera de albañil. Costoya lo miró esperando una puteada. Diego no se inmutó, se agarró de la escalera y empezó a subir. Cuando llegó al techo, sucedió lo que nadie esperaba. Las dos hinchadas empezaron a cantar juntas. “¡Maradooo! ¡Maradooo!”, cantaban al unísono los de Brown y
los de Laferrere. Al improvisado palco se sumaron dos jugadores:

Walter Perazzo, que jugaría en Lafe y Darío Siviski. El primer tiempo fue como lo pensó el Chulo Rivoira. Los
jugadores de Laferrere sintieron el golpe de haber estado con Maradona. Su presencia, en vez de potenciarlos, los distrajo.A los treinta minutos Almirante Brown ganaba 2 a 0.

En el entretiempo Diego bajó del techo y se metió en el vestuario. Dio la charla técnica, más buscando lo anímico que lo técnico o lo táctico. Lemme y Domenech, los técnicos de Laferrere, conocidos de Diego, lo dejaron hacer. Quizás el fuego de Maradona pudiera encender a los jugadores. Pero no hubo caso. El segundo tiempo también fue de Almirante. Bien ordenado, esperando el error de Laferrere que con el correr de los minutos iba siendo cada vez más nervios y menos fútbol. A los 35 del segundo tiempo Chiaverano puso el tercero.

Ya era la figura de la cancha. Para colmo el crack del equipo, ese que Diego había reconocido, se fue expulsado a los 37 minutos. A Garrafa le ganó el hincha y se fue antes de tiempo por agredir a un rival. La hinchada visitante era toda fiesta. Estaban goleando en la cancha de Laferrere y ante la mirada de Diego Maradona. Cuando faltaban pocos
minutos, Costoya se acercó a donde estaba Diego.

– ¡Diego! ¿Vamos antes de que se complique la salida? – le gritó desde abajo.
Diego lo miró. No necesitó decirle nada. El presidente entendió que Diego no se iba hasta que el partido no terminara. Con el pitazo final, Diego se agarró de la escalera y fue bajando de a poco. Pasó por el vestuario y se llevó una camiseta. El pasillo que llevaba a la cancha estaba lleno de policías. Decían que era para cuidarlo, pero todos querían una foto o aunque sea haber tocado a Maradona.

Subieron al auto los 3 y arrancaron para el hotel. En el viaje de vuelta volvió la misma charla:
– No quiero que pienses mal, Diego. Las puertas de Lafe están siempre abiertas para vos.
Le dijo Costoya sin mirarlo. Iba enfocado en los autos que le pasaban a los costados por la Avenida General Paz.
– ¿Qué cosa, presi? Yo soy el Director Deportivo de Laferrere. Eso no se discute.
– Es una locura, Diego, tenerte en el club.
Diego miraba por la ventana mientras se mordía el borde de una uña. Al día siguiente su equipo, Mandiyú, tenía que jugar con Ferro. Carlos Fren lo estaría puteando en todos los idiomas. “Que se cague Fren, si al final yo ni puedo entrar a la cancha”, pensaba Diego. Recordaba que el fin de semana anterior había visto el partido desde la tribuna por no tener el título para dirigir.

– Gracias Presi. Una cagada que perdimos. – le dijo a Costoya bajándose del auto.
– No te hagás drama, Diego. Mañana ganan con Mandiyú y la próxima que venís ganamos también.
Fuente: Lástima a nadie, maestro.

Escrito por Ian Díaz

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