¡Buenas tardes a todas, todos y todes! ¡Buen comienzo de semana! ¿Te acordás de que es una semana corta? Sí, tenemos un día patrio: el viernes. Así que, ¡ánimos! plan qunita
Y ya que mencionamos el feriado, el día de la independencia, de nuestra madre patria, tenemos que hablar de otra madre, padre, ma-padre, pa-madre.
Durante la última semana se conoció el dictamen de sobreseimiento a todos los imputados del Plan Qunita por inexistencia de delito. Pero no vamos a quedarnos con los aspectos judiciales. Hoy los invito a una breve reflexión sobre la importancia del Plan Qunita en el desarrollo de les recién nacides. Y el rol de un Estado presente para acompañar la decisión de sus votantes.
Esta política pública consiguió entregar casi 80mil kits necesarios para la crianza de lactactes en familias que no podían comprarlo. Y que, como consecuencia, podían padecer el fallecimiento materno infantil. Porque el nivel socioeconómico no tiene que ser una limitación del deseo. Así fue como la Qunita cargó contra la desigualdad y marcó la historia de quienes lograron tener una crianza feliz.
¿Qué fue este plan? ¿Quién lo creó? ¿Qué cambios implicó en la ma-paternidad? ¿Qué tiene que ver el Estado en todo esto? ¡Seguí leyendo!

El jueves 16 de Julio del 2015, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó en Tecnópolis el Plan Qunita bajo el lema “futuro para siempre”. Esta política, ya no disponible, consistía en entregar un moisés de madera, indumentaria para el recién nacido o recién nacida, porta bebe, bolso materno y cambiador. Además, se incluían otros elementos “de uso cotidiano” para la madre y su bebe, y una guía de cuidados básicos.
Pero el objetivo detrás de esta iniciativa había empezado hacía muchos años en la empatía de un joven diseñador industrial, Santiago Ares. A él le preocupaba la tasa de mortalidad materno infantil en las zonas marginales del país y buscó la manera de ofrecer una solución.
El fallecimiento de menores de un año a causa del colecho es un marcador representativo de la situación socioeconómico-cultural y de la calidad de atención de los sistemas de salud de una región. Es decir que, por falta de recursos, las familias que no podían contar con una cuna y los elementos necesarios debían dormir junto con su hije. Y, es esto mismo lo que podía (y puede) provocar sofocamiento accidental del lactante, entre otras situaciones.
Las personas gestantes deben contar con un espacio y elementos adecuados en la primera infancia para resguardar su salud y la del recién nacide. La ecuación es más simple de lo que parece. Por un lado, quien decide traer un niñe al mundo, tiene el derecho de contar con todo lo necesario para la crianza. Por el otro, el nivel económico no debería limitar el deseo de formar una familia o tener una salud adecuada.
Esto fue lo que entendió Santiago y le presentó a la ex presienta, a través de una carta, su proyecto. También, Santiago entendió que la desigualdad no se resuelve con la vista a un lado. Sino que se deben implementar políticas públicas que logren establecer una convergencia entre las necesidades sociales y las posibilidades desiguales.
Pero… ¿Por qué tiene que ser el Estado el que vele por la crianza de un niñe?

Cuando la maternidad es idealizada, las diferencias económicas lastiman. Cuando la búsqueda de comodidad en la crianza es un deseo no materializado, las diferencias se explicitan. Y cuando la política se involucra en la vida privada con el objetivo de mejorar la del espacio público, las desigualdades se achican.
Son las políticas públicas las que incentivan la transformación cultural, las mejoras en la calidad de vida y la esperanza de una posible equidad. Esta es la razón por la cual hoy tenemos el Programa Nacional de Salud Sexual y Protección Responsable, la Ley de Educación Sexual. También, la Ley de Protección integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, la Ley de Identidad de género y matrimonio igualitario, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Y las tantas otras medidas que no alcanzamos a mencionar en una nota.
“Las políticas públicas pueden contribuir a motorizar una profunda transformación cultural que rompa con los estereotipos de género y contribuya a garantizarles a las mujeres y a los niños el ejercicio de sus derechos, en libertad”, argumentaban en 2016, miembros de CIPEC a Télam.
De manera semejante se expresó la vicepresidenta, Cristina Fernández en su última aparición pública en la que repartió Notebooks para velar por la educación de calidad. Allí recordó los logros de Santiago: “Qunita era un moisés para la mamá que no tenía las comodidades para tener una cuna, para que pudiera tener a su hijo como Dios manda”.
Así fue el lema de la presentación del Plan, “Futuro para siempre”, implementado en 2015. Ese mismo año falleció su creador de un cáncer de colon. Ya sin poder defenderse, las disputas políticas intentaron desacreditar su iniciativa. La diputada Graciela Ocaña había denunciado perjuicio para el Estado por irregularidades en la licitación.
Sin embargo, hace pocos días, la fiscal del juicio dictó el sobreseimiento de todos los implicados en el desarrollo del Plan Qunita por “inexistencia del delito”. Pero en realidad sí, hubo algo que algunas personas pueden considerar como un delito. Este “delito” fue el de plantear un futuro mejor para les niñes, una crianza segura y con los elementos necesarios para las 80mil familias que recibieron los kits.
El “delito” fue implementar medidas que se metan en la ma-paternidad, en la crianza y el desarrollo de les niñes. Porque para ver la desigualdad es necesario un poco de empatía. La que lamentablemente falta, pero la que, asimismo, siempre está presente.
Dejamos buenas ideas para pensar durante la semana. Para la próxima, prometemos más.
¡Gracias por haber llegado hasta acá! Sé que tu tiempo es importante.
Que tengas una semana diversa, de género feliz y de amor genuino por dar y recibir. Te mando un abrazo.