Desde el juego los infantes están condicionados por una estructura mucho más grande que ellos, que los limita o encuadra en los lineamientos de una sociedad hetero patriarcal. Esos mismos caminos que recorrieron sus antecesores cambiaron en teoría, pero la práctica de los micromachismos sigue en pie. A través de lo que ven y escuchan los niños dejan huellas por la senda imperceptible, pero existente, hacia el machismo. Género
El primero en utilizar el término micromachismo fue el psicoterapeuta Luis Bonino Méndez. Él introdujo el concepto para referirse a los comportamientos que perpetúan los roles de género tradicionales donde el varón es el sujeto dominante. Bonino Méndez destaca que el uso de “micro” refiere al contraste con los actos machistas que la sociedad puede percibir.
Aunque el psicoterapeuta acuña el concepto en relación a la violencia dentro de las parejas, este puede aplicarse a diversos ámbitos y momentos de la vida. Los micromachismos están tan normalizados e interiorizados tanto por quienes los emiten como por quienes los reciben. Es por ello que su aprendizaje como su detección, son imperceptibles.
Educar con el ejemplo Género
“Los discursos que los niños reproducen están altamente influenciados por su contexto próximo, en este caso, pensando en niños pequeños, ese contexto es el hogar familiar”, reflexiona la licenciada Dubar. El rol de los progenitores es esencial, ya que los chicos toman rasgos de ellos para la construcción de su identidad y personalidad.
El desentendimiento de las tareas del hogar es uno de los tantos comportamientos machistas qué se normaliza desde temprana edad. La falta de reciprocidad o “ayuda” de los hombres en la casa, no solo está normalizada sino que también se traslada al juego. Ese mundo simbólico de los menores, plagado de estereotipos que relegan a las niñas a las tareas de cuidado.
La familia no es el único agente que puede influenciar la repetición de estas creencias o el cuestionamiento de los mismas. “En la escuela los niños aprenden, muchas veces, otras formas de ver el mundo, que no son las mismas que en su hogar”, explicó Dubar sobre el rol complementario de las instituciones a la hora de introducir nuevas formas de pensar.
“Creo que en el hogar lo más importante es dar ejemplo, ser modelo de nuestros hijos, y hacer coincidir los dichos con los hechos, que no siempre es tan sencillo”, aconsejó la terapeuta con mas de diez años de experiencia.
Deconstruir y construir Género Micromachismos
Los micromachismos trascienden todos las etapas de la vida y se perpetúan mientras no se cuestionan. “En mi opinión, hay mayor permeabilidad para los aprendizajes, pero debemos tener en cuenta cuál es la influencia del contexto en un niño”, aclaró la psicóloga. Aunque lo ideal sería que se le presenten nuevas formas de pensar en la niñez también pueden aparecer en la adolescencia. Esta etapa es cuando el joven puede confrontarse al modelo resultante de su infancia.
Para suprimir los micromachismos de los niños. Dubar propone reflexionar junto a ellos sobre diferentes estereotipos, acordes a su edad, qué pueden servir como disparadores. “Las mamás que están en casa, cuidando a los hijos ¿trabajan o no? ¿Cuántas horas trabajan por día?”, son algunas de las preguntas qué plantea la profesional para incentivar el debate y desmitificar la naturalidad de algunas ideas.
Los cuestionamientos también pueden trasladarse al ámbito educativo por medio de talleres y debates qué propicien la comunicación entre los alumnos y docentes. “Romper los estereotipos es una tarea colectiva”, opinó la licenciada. En estos mismos términos, pueden charlar entre grandes y chicos acerca de las profesiones a las qué aspiran o los juegos que comparten con sus pares.
La inmensidad de lo “micro” Género
Aunque la erradicación de los micromachismos puede darse en diversos lugares y momentos de la vida, la importancia del hogar radica en las situaciones que allí se viven. Las creencias patriarcales en el ámbito doméstico son mucho mas evidentes y paradójicamente invisibles. Es tal la pequeñez y magnitud de estos estereotipos que (casi imperceptiblemente) trascienden generaciones. Si no logran perpetuarse más, es gracias a la introducción de nuevas formas de pensar.
“Debemos saber también que los niños, en particular a partir de la adolescencia, buscan nuevos modelos identificatorios, construyen los propios, por lo tanto de una familia “machista” pueden venir hijos “feministas” No debería sorprendernos”, vaticinó Dubar. Por lo tanto, el cambio y la erradicación de los micromachismos es posible en tanto exista la diversidad de pensamiento, el debate y el diálogo.
La reproducción de las desigualdades, por mas mínimas que sean impactan. De un modo sutil, se aceptan ciertas ideas y se invisibilizan comportamientos machistas. Es entonces que lo micro cumple un rol fundamental, y en pequeñas acciones invita a repensar los discursos qué la familia y la sociedad en general reproduce, acepta y perpetúa.