
El hallazgo de tres cuerpos en una vivienda de Florencio Varela conmocionó a todo el país, ya que este miércoles se confirmó oficialmente que se trata de las tres chicas que habían desaparecido el viernes pasado en Ciudad Evita, La Matanza: Morena Verri, Brenda Loreley Del Castillo, ambas de 20 años, y Lara Morena Gutiérrez, de apenas 15.
Según informaron fuentes policiales, todavía resta la instancia de reconocimiento por parte de familiares y la realización de autopsias que permitan determinar con exactitud cómo fueron asesinadas. La confirmación, sin embargo, cerró un capítulo de angustia y abrió otro de reclamo social y político.
La noticia del triple femicidio generó un inmediato pronunciamiento de la organización Ni Una Menos, que convocó a una concentración este miércoles desde las 19 horas en Plaza Flores, bajo un grito colectivo de justicia.
“Tres mujeres asesinadas en medio de la violencia política y mediática que carga de odio contra nosotras y nosotres. Exigimos justicia!”, enfatizaron en un comunicado.
En el mismo documento, señalaron: “El antifeminismo de estado y el ajuste son letales” y advirtieron que este triple femicidio “ocurre en un contexto donde la violencia económica hace que las redes narcos crezcan y se destruya la organización popular”.
La convocatoria cerró con una consigna clara y contundente: “Basta de matarnos! justicia por Brenda, Morena y Lara! todas las vidas importan!”.
Cada caso de femicidio en Argentina vuelve a poner en discusión no solo la brutalidad de los hechos, sino también la manera en que los medios de comunicación construyen el relato. En este episodio, como en muchos otros, el análisis se centró en la descripción de las víctimas: sus nombres, sus edades, sus últimos pasos antes de desaparecer.
Esta tendencia, cuestionada por grupos feministas, responde a una lógica repetida: la identidad de las víctimas se convierte en el centro del relato, mientras que las estructuras de violencia y las responsabilidades políticas y sociales quedan relegadas a un segundo plano. La consecuencia es que se naturaliza la violencia hacia las mujeres como un drama personal y no como una problemática estructural.
La conmoción por este caso coincide con otro episodio que marcó la agenda en los últimos días: un video de la petrolera Shell que generó polémica por transmitir mensajes que banalizaban situaciones de violencia hacia las mujeres. El hecho fue duramente repudiado por organizaciones feministas y expuso cómo, incluso en los discursos mediáticos y comerciales, se reproducen estereotipos dañinos que alimentan la desigualdad de género.
La coincidencia de ambos sucesos en el debate público vuelve a evidenciar que la violencia contra las mujeres no se manifiesta solo en hechos extremos como un femicidio, sino también en prácticas culturales, mediáticas y económicas que sostienen un clima de hostilidad permanente hacia sus vidas.
El triple femicidio de Brenda, Morena y Lara se suma a una larga lista de crímenes que reflejan un problema profundo y persistente en la sociedad argentina. Cada nombre, cada historia, cada marcha, son recordatorios de que el reclamo de justicia sigue vigente.
En este marco, los reclamos aparecen como la búsqueda y el deseo de interpelar a un Estado que muchas veces llega tarde y a un entramado cultural que todavía habilita la violencia.
El caso de las tres jóvenes no puede leerse en aislamiento: es parte de un entramado de violencias múltiples que, como remarca un gran número de personas, atraviesa la política, la economía, los medios y la vida cotidiana.