El Un joven italiano decide volver a la Argentina, donde había pasado su infancia, para emprender una misión transformadora. De esta manera, se convierte en cura y comienza su labor en Santa Fe, donde luego de diez años de misión sacerdotal pide el traslado a Buenos Aires. A partir de este traslado, se vuelve muy popular entre la sociedad bonaerense tras hacerse de renombre como sanador de personas con sufrimientos agudos. Así, José Mario Pantaleo comienza a ser conocido como “El Padre Mario”.
A finales de la década del ’60, el joven Pantaleo compra un terreno en la localidad matancera de González Catán. Con los pocos ahorros que tenía, comienza a construir una casa y se asienta definitivamente en el lugar. Una vez en el barrio, conoce a quien sería su mano derecha, Perla Gallardo, una vecina a quien el sacerdote alivia de una enfermedad que parecía incurable.
Es por esto, que Perla confía en los propósitos del Padre Mario e involucra a toda su familia en lo que era el sueño del cura: construir una iglesia y una obra social para la localidad. De esta manera, comienzan a conseguir donaciones y obreros. Todo marcha viento en popa y para 1972 colocan la piedra fundacional. Es así, que en 1975 la Iglesia está terminada y para el 8 de diciembre, el Padre Mario oficializa la primera misa.
La institución educativa que hoy abarca los tres niveles básicos y un instituto superior, comenzó siendo una guardería. El padre Mario dio inicio a su proyecto educativo brindando un espacio para los más pequeños mientras sus padres trabajaban o buscaban empleo. Así mismo, el cura proporcionó un espacio de recreación para los adultos mayores de la comunidad.
De esta manera, el espacio de la guardería se expandió en el jardín de infantes, al que le seguirían el nivel primario y secundario. De esta forma, el Padre Mario buscaba brindar educación y desarrollo en un sector de la sociedad hasta el momento marginado. Es así, que la filosofía se mantiene intacta hasta el día de hoy: “buscamos que se eduquen aquí y encuentren herramientas para encarar el futuro y que no los pongan en una situación de desventaja”, sostienen desde la fundación.
Actualmente, cuentan con más de tres mil alumnos desde el nivel inicial hasta las carreras de formación superior. Allí, se ofrecen a la comunidad dos profesorados, una tecnicatura en psicopedagogía y Licenciaturas en Administración y Enfermería. Por medio de becas, padrinazgos y otras alternativas de ayuda, la acción social del padre Mario busca el progreso de jóvenes en situación de vulnerabilidad social.
Una arista primordial de la Obra del Padre Mario es, sin dudas, el compromiso hacia los miembros de la comunidad con discapacidad. Desde distintos centros de formación integral, acompañan a los concurrentes con diversas actividades ocupacionales, sociales y físicas para potenciar el aprendizaje, la autodeterminación, el bienestar físico y psicológico.
La educación para la Obra del padre Mario es solo una fracción de lo que en la comunidad significa. La presencia en los campos sociales a través de proyectos y propuestas para el bienestar de los marginados es clara. Se ayuda a personas en situaciones de debilidad, de precariedad laboral o con experiencias de fragilidad en los vínculos relacionales. De esta manera, en los más de 15.000 metros cuadrados de infraestructura, logran llegar a más de
38.000 beneficiarios.
La fundación hoy en día se mantiene “gracias al apoyo de cada uno de nuestros donantes, aliados estratégicos, colaboradores y equipo de trabajo. Sin todos estos intermediarios, no sería posible llevar adelante una organización de inmensa magnitud” declararon desde la fundación. Además, la obra también se encuentra comprometida con la salud de la comunidad. A través del Policonsultorio Cristo Caminante, buscan resolver necesidades del entorno barrial con servicios a costos accesibles.
“Brindamos más de 40.000 prestaciones anuales en diversas especialidades” declaró Florencia Flores por parte de la Obra. Pese a la pandemia, la Obra no cesó sus actividades: el último año, debido al COVID 19, tuvimos que redoblar esfuerzos, pero, al mismo tiempo, nos sentimos agradecidos por el respaldo de una comunidad”, manifestaron desde la fundación.
Deportes, educación, salud, y, sobre todo, acompañamiento social es lo que brinda esta fundación a más de un cuarto de siglo de la muerte de su fundador. En un barrio donde otros quizá vieron desidia, el Padre Mario apostó y hoy se ven los resultados. “Pudimos transformar situaciones negativas, decepcionantes y contratiempos en oportunidades de aprendizaje, cuidado y crecimiento”, expresan desde la fundación.
Ya son más de tres generaciones las que pasaron por las instalaciones del lugar, y ya se encuentran trabajando para asegurar cincuenta años más de acompañamiento social. Con miles de fieles y seguidores de su obra, el sacerdote será por siempre un ícono de Gonzalez Catán, de La Matanza y del país.
“El hombre solo no hace, es la comunidad la que hace” – Padre Mario Pantaleo
