“El año pasado murieron muchos veteranos de la guerra de Malvinas”, explicó Rumildo mientras dejaba pasar al resto los pasajeros del tren que iban de un vagón a otro. Estaba fresco, pero él vestía una campera liviana. El color verde militar contrastaba con la banderita de Malvinas que tenía cosida al bolsillo que va pegado al corazón. Veterano de Malvinas
Contó que es común que de tanto en tanto lo paren y le hagan un comentario o alguna pregunta sobre lo que fue la guerra. Él suele ir por los transportes públicos, porque tiene una cooperativa de banderas que pueden ir adornando la billetera, la ropa o lo que guste el usuario. Sin pandemia, se levanta todas las mañanas para acercarse y pide una colaboración de parte de los pasajeros que los ayude a sostener esa unión que armaron entre veteranos. Veterano de Malvinas
Probablemente, si él no hubiera ido a las Islas, estaría en otro lugar, o habría tomado uno de los tantos trabajos a los que se postuló. Pero en Argentina, hace 38 años ese viaje al sur, a ese sitio solitario en el mar le cambió la vida.
Hace 38 años, cuando partieron al sur, eran llamados por sus nombres de pila. Pero cuando regresaron de la guerra, el país lo llamaba “veteranos”. Ese cambio de identidad no era sólo bajo el nombre con el cual los presentaban, sino que influyó en el resto de su vida. Veterano de Malvinas
En este país al que defendieron con garra y corazón, se les dificulta conseguir trabajo. Muchos empleadores no quieren tomarlos por ser veteranos. Por eso, muchos de ellos escondieron ese paso por Malvinas, bajo el manto del recuerdo.
De todas maneras, aunque es difícil, se las ingenian. Se juntan, se apoyan entre sí. Están para los momentos difíciles y siguen viviendo. Trabajan, tienen emprendimientos, enfrentan con fuerza muchos momentos de la vida. A veces se torna más complejo, pero Rumildo cuenta que quieren seguir adelante más allá de todo. Veterano de Malvinas
“Todos quedamos con algo, nos vamos a morir de cosas parecidas.” Sostiene Rumildo, hablando nada más ni nada menos de cómo piensa que será su partida. Poniéndole palabras al dolor que se vivió en conjunto. Esa angustia de llevar un arma y apuntarla contra otro, esa impotencia de volver habiendo visto enfrentamientos armados. Esa violencia de haber sido arrancado de casa con unos pocos años para ser enviado a un lugar en el que el objetivo propuesto era eliminar al adversario. Es decir, defenderse entre los pares, matar a los demás.
Ellos se mantienen juntos, y los medios tecnológicos facilitan los encuentros incluso a la distancia. Es una manera de mantenerse al tanto de lo que pasa, de cómo están los que están y cómo se fueron, los que fallecieron. “Con esto de las redes nos enteramos rápido, yo tengo grupo de whatsapp con los del regimiento 12 de Entre Ríos”, sostuvo.
Los veteranos se las ingenian para transformar todo ese dolor en conciencia. Los especialistas en psicoanálisis podrían llamarlos resilientes. Son aquellos con la capacidad de superar una experiencia traumática y en este caso, transformarla para que su labor ayude a todas las personas.
Durante la pandemia los veteranos de La Matanza hicieron llegar bolsones de alimentos a quienes más lo necesitaban, les cocinaron platos de comida y los repartieron en cada barrio. Ellos, que son personas de riesgo, siguen dando su vida por la patria. Esta vez no por defender la tierra, sino por defender a la gente.
“Este emprendimiento de banderitas, lo llevamos con otros 4 veteranos”, explicó mientras mostraba que las Malvinas estaban bordadas en ellas y los colores del cielo les daban identidad.
(Las fotografías fueron tomadas antes de la pandemia)
Escrito por Rocío Cabrera
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